
Voy a dejaros aquí un cuento que escribí en un ejercicio de lengua hace dos años, siempre me han gustado mucho los árboles y ahora también estoy un poco triste porque ahora mismo ya no queda ninguno. Para hacer el nuevo colegio han cortado todos los pinos que había en la puerta, siempre es una pena talar un árbol tan viejo. Aunque ya no los tengamos, siempre estarán de alguna manera. Es un pequeño homenaje al pino que tanto me gustaba.
EL PINO DE LA PUERTA DEL COLEGIO
Hace muchos, muchos años que desde donde estoy he visto a los niños jugar, hacer sus tareas en clase, atender a los profesores, reuniones y fiestas.
Estoy contento porque esos niños de entonces, ahora tienen sus propios niños y yo los puedo volver a ver casi todos los días, como a Pepi, Jose y José Miguel, Isabel, Alfredo y Marina, Eli y Victoria, Ana, Jose, J.J. y Aitor, todos han hablado a mi lado sus cosas alguna vez, hasta me han dedicado caricias y yo, a cambio les he ofrecido mi abrigo y mi sombra.
Me siento más vivo cada año al empezar el curso, estoy deseando volver a verlos a todos, unos vendrán con la piel tostada de jugar al sol, la mayoría, y a otros se les notará menos, pero seguro que todos tienen en su cara una sonrisa de volver a empezar, de tengo esto o aquello nuevo y la cabeza llena de nuevos planes o historias que contar del verano.
Desde aquí donde estoy prestaré mucha atención a cada uno, para no perderme nada, para seguir desde mi copa viendo cada día y mirar por las ventanas a ver quién se sabe la lección o quién va a visitar a D. Juan al despacho.
El recreo es mi tiempo favorito, todos lo pasamos en grande. Así que ya hablaremos, ¡ya salen!
Pero para el resto del día sabed que aquí me tenéis, en el sitio de siempre podéis encontrar a vuestro amigo.