Desde esta mañana que he “descubierto”
esta canción no paro de darle vueltas, la he escuchado un montón de veces con
la piel de gallina. ¿Cómo se hace una canción como esta? ¿Cómo se le puede
poner ritmo, letra y una voz que transmite tanta seguridad a tanto dolor?
La crudeza con la que
Rees canta llamando a las cosas por su nombre es la única manera de poder
afrontar, despertar o sólo abrir los ojos y echar un vistazo alrededor para
darnos cuenta que desde bien pequeños tenemos patrones a seguir de
comportamiento, sí, y sobre todo de belleza que también nos hacen ir más allá
de la higiene personal y el estilo propio. A todos y a todas nos gusta estar
bien, sentirnos bien, comprarnos ropa…pero si miro un poco a mi alrededor, a mi
familia y amigos bueno, me han visto de muchas maneras y siempre me han querido
por cómo soy con mis más y mis menos, como yo a ellos. Me da igual si son
gordos, flacos, van en chándal o visten de revista, los quiero y ya está, no
hay más. Ahora, que no me vengan reguapísimos a cuestionarme, que se irán por
donde han venido, eso también.
Duele escuchar la letra
de “Mis flores marchitas” pero la verdad es que esta valentía no se ve todos
los días a la hora de denunciar algo tan serio como es la salud que se juegan
algunas y algunos desde muy jóvenes por creer que así están más guapos y
guapas. Mi enhorabuena a Rees por reivindicar no, por dejar bien claro que la
belleza interior es la que no se pierde y la que realmente importa.
En casa he encontrado un librito "¡Ay...infeliz de la que nace hermosa!" de Juan José Alonso Millán pero no tenía nada que ver, creo... pero al seguir buscando, como casi siempre que buscas algo, lo tenía delante en el libro "De todo corazón" que me ha regalado Joana estas fiestas en donde vienen una selección de poemas de José Mª Plaza y he encontrado este de Manuel S. Picharro:
No adoro la hermosura...
No adoro la hermosura
que con serlo se basta,
porque el tiempo desgasta
la frágil envoltura.
Amo la esencia pura
bajo la forma casta,
lo que el tiempo no gasta,
lo que vive y perdura.
No me arroba tampoco
gracia que bien no deja.
Y a mi espíritu encanta
más que la luz, el foco;
más que la miel, la abeja;
más que la flor, la planta.