La importancia de saber sonreir...

Es lo que me hizo escogerla como compañera y cuando estamos juntas, sé que hice bien. Estuve investigando hasta que pregunté a dos amigos veterinarios y sus consejos coincidían: un bóxer. Entonces me dediqué leer todo lo que pude sobre ellos y me fui a por Duna un 18 de marzo a Villareal.
Los bóxer son la única raza de perros que saben sonreir por la particularidad de los músculos de su cara. Me pareció un descubrimiento fantástico aunque no me lo acababa de creer.
Me ocupo de ella desde que era un cachorro indefenso y siempre recordaré la sensación que tuve la primera vez que me guiñó un ojo cuando estaba conmigo viendo una película. La miré como tantas veces hacía al mismo tiempo que acariciaba su piel atigrada, es muy suave, entonces ella me miró y ¡me guiñó un ojo! Me entró hasta miedo. Ahora ya me he acostumbrado y no es ningún tic nervioso, simplemente nos mira a alguno de la familia y nos dedica un guiño cuando le parece.
Duna ha hecho muchas de las suyas en el jardín de mi casa y un día que rompió una planta que me estimaba me enfadé con ella y la até para castigarla. Cuando creí que ya había estado un rato fui a soltarla y ella me recibió con una alegría tremenda. Aunque me había enfadado con ella, ahí estaba su cariño hacia mí, incondicional, y es lo que tienen los perros, que te quieren pase lo que pase.
Me la llevé a casa tranquilamente y se tumbó a mis pies escoltando mis zapatillas. Entonces ocurrió: me incliné para acariciarla y la miré sonriente, ella me miró y me sonrió sin sacar la lengua, acompañándose con los ojos oscuros y redondos, he visto su sonrisa muchas veces después pero nunca olvidaré aquella tarde y su primera sonrisa juguetona, especial, como ella.